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miércoles, 3 de febrero de 2010

Recuerdos

Según me voy haciendo más mayor, voy notando muchos cambios en muchos sentidos, creerme. Son 37 los próximos que cumpla, y no es que sea un abuelo, pero ya ves las cosas desde otro prisma muy diferente.
La otra noche salí a correr al parque. Salgo unas tres veces por semana. Por mis lesiones de espalda, tengo que correr por la hierba, es más blandito y el golpe de la zancada se amortigua mejor. No te imaginas en media hora lo que puede ver uno en el parque. Pero ha habido una cosa que el otro día captó mi atención, y me llenó de alegría.
La temperatura sería de unos 2º. Serían las 20h, ya noche cerrada en Ávila a estás alturas del calendario. El centro del parque había dos cazadoras tiradas en el suelo, a modo de portería. En frente de las mismas, a unos 20 metros, dos árboles jóvenes hacían de su homóloga contraría. Y lo que es mejor, 4 chavales jugaban un “regañao” de fútbol, en ese improvisado campo. Había dos que incluso llevaban sus botas de tacos, propias para la hierba del parque. En manga corta, sudorosos, con las orejas coloradas del frío, correteaban detrás de la bola como si de una final se tratase.
¡Cuántas veces he hecho yo lo mismo!. Si no era en un parque, era saltando la valla de algún colegio, y si no, entre las puertas grandes de dos buenos garajes de la calle de mi barrio. No teníamos “play”. Ni ordenadores. Sólo peones, chapines, canicas, “hinques” y balones baratos. Pero es que ya por entonces había maquinitas pequeñas made in China, de esas que te dejabas lo ojos, que se quedaban olvidadas en casa, en cuánto los amigos tocaban el timbre, habrías la puerta, y ya estaban con el balón bajo el brazo, y con los pantalones llenos de polvo y mierda del la otra tarde.
No quiero decir con esto que haya que volver a aquello. No puedes ir en contra de la sociedad ni de las tendencias –¿o quizá sí?- porque siendo un adolescente, lo más seguro es que te quedes aislado. Pero quizá habría que compaginar un poco de videojuegos, con un poco de calle. “Todo el día en la puta calle”- decía mi madre.
Tanto yo como mis amigos, hemos crecido y formado familias. Creo que estamos enmarcados en el grupo de la buena gente y cómo me decía Adolfo hace poco “no éramos de los más tontos del barrio”. Creo que un chaval que juega en la calle tiene imaginación y frescura intelectual. Y si quizá no es un lumbrera en los estudios, si lo será en el aprendizaje de algo tan difícil como es la vida. Y quizá también cuándo llegue a los 37, siga teniendo ganas de correr, ya que cogió el hábito muy de joven.
Cada vez que paso por el instituto Isabel de Castilla (el insti de arriba le llamábamos) y le veo totalmente desértico, me pongo malo. Cuándo yo subía a jugar, había que esperar a que quedase la canasta libre un montón de tiempo. La cancha de futrito (fútbol sala se dice ahora) era imposible, y en la parte de arriba (que era solo tierra y nada más) siempre había gente jugando al béisbol, a las chapas, o la lo que fuese.
En mi última vuelta por el parque la otra noche, el balón salió rebotado en un rechace, y vino hacía mi. Le pegué un zambombazo preciso de rosca para devolvérselo. Me miraron algo sorprendidos…

2 comentarios:

  1. Esta genial, me ha encantando....
    "La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado...

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  2. Me llenan de nostalgia articulos como estos, en los que te ha faltado decir eso de que jugabamos al "aturgado" a "humi" y aquello de burros quietos o las quedais mil veces, "pico zorro zaina" etc.... Bueno amigo ya sabes que esto de mantener el Blog lleva su ello, pero recuerdo desde aqui a todos que los comentarios son gratuitos y dan vida los Blogs.
    Te he añadido ya en mi Blog en "Blogs Amigos" ja ja ja.
    Ciao

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