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martes, 22 de marzo de 2011

EL RESPETO.

No cumplía yo los 30, cuándo me ofrecieron trabajar en Japón durante 21 días. Dije que si en el acto, sin consultar a novia, padres ni amigos. Por mi manera de ser, me encantan las culturas orientales. Ya por entonces practicaba kárate-do, y me seducía muchísimo ir al país donde se creó dicho arte marcial.
Los que me conocen bien, estarán aburridos de que les hable de dicha experiencia. Pese a que tuve poco tiempo libre para visitar sitios, si estaba a diario con los compañeros de mi empresa allí en Japón y fue de ellos, del pueblo nipón, de quién mejores recuerdos me traje.
La frase que le decía a todo el mundo que me preguntaba por mi experiencia era:
“Es el país más avanzado tecnológicamente hablando, y el que más respeta las antiguas tradiciones”.
RESPETO. Esa es la palabra que define a la gran mayoría de los japoneses. Nadie roba, nadie se te cuela en la fila del super. Nadie te mira como un bicho raro.
Te saludan inclinando la cabeza, demostrando confianza y respeto. Los ancianos son importantes en las familias. Son la sabiduría.
Recuerdo cuándo sonaba la sirena del punto y final del la jornada laboral. En Ávila salimos como cohetes. Allí todos se quedaban a limpiar y ordenar su puesto.
Cuándo anunciaron nevadas, el 80% de la plantilla fue andando al trabajo, para que la fábrica no sufriese pérdidas de producción. Les llamábamos los “cabeza cuadrada”. Si había que ir desde A hasta D, nosotros siempre buscábamos ir directamente. Ellos siempre pasaban por B y C. En muchas ocasiones eran pasos tontos, que no influían en el resultado final, pero así evitaban confundirse.
Tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki, levantaron un país en ruinas en un tiempo record, llegando a ser la segunda potencia mundial hasta hace bien poco.
Ahora, les ha llegado otra bomba. Esta vez, la ha enviado la naturaleza. Y todos sabemos que son las más devastadoras.
El ejemplo que están dando al mundo entero es sublime. No hay saqueos. No hay histeria. Comentaban españoles residentes allí, que ni siquiera en el momento de la gran ola, se perdió la compostura, y las evacuaciones se hacían de manera ordenada y precisa.
50 trabajadores intentando arreglar los reactores nucleares. 180 bomberos dentro del perímetro de seguridad. Jubilados de la central nuclear, voluntarios para hacer lo que se pueda, argumentando que en ellos ya no dará tiempo a desarrollar un cáncer. ¿Qué más hay que ver?. ¿Un ordenador portátil olvidado en un vagón del metro, que al día siguiente siga allí, dónde se quedó?. ¿Por qué ellos si, y nosotros no?.
No tengo la menor duda de que van a hacerse con el control de la dichosa central. Y si no es así, se dejarán el pellejo en el intento. No lo dudéis.
Y si Dios quiere, un día volveré allí, para volver a enriquecerme de una cultura y unas gentes envidiables.
Vaya desde aquí, mis mejores deseos y toda la solidaridad del mundo para ellos.
¡Buena suerte Japón!